lunes, 6 de abril de 2015

Andrés, II



CAPÍTULO X: Después del 18 de Abril


El grito fue seco y definitivo. Las primas corrieron, la madre lloró, los hermanos se agarraron la cabeza. Elena era ahora una mujer ante sus ojos, se dieron cuenta de su plenitud en el momento exacto en que la vieron perderla. Elena se había perdido, en el único lugar en el cual nunca iban a poder convencerla de volver, en el único lugar en el que ella había sentido encontrarse.


Esa noche Sofía me encontró deambulando en la calle, me abrazó y me metió adentro de su casa… no estaba segura si me habían asaltado o si había sido abducida por extraterrestres. Cuando le conté sintió que cualquiera de esas opciones hubiera sido mejor. Me metió en la bañadera y me bañó como a un niño, ella fregaba su esponja contra mi pecho pero por dentro todo se sentía vacío… que se me arrancaba el alma a tirones sentía.


Durante diez años él había sido el motor de mi vida: la razón por la que me escapaba a otros países y el poder magnético que me traía de vuelta a casa, la razón por la que comía y la razón por la cual un día dejé de hacerlo, la razón por la cual me enamoraba  y la excusa que me movía a volver a escaparme tras cada ruptura, la razón por la que leía buscando respuestas y la revista pornográfica que mis hermanos guardaban abajo de la cama, él me daba las palabras para sentarme a escribir y me quitaba el aliento, era el espejo ferviente y el sueño infantil. Él había sido todo para mí, y ahora estaba muerto. Él o yo, a esa altura ya no importaba.





Ámsterdam, Netherlands


https://www.youtube.com/watch?v=x_FiIilTwIA




Hidra, por Almudena Vega


La voz sujeta el esqueleto    
las facturas manejan el suelo como el otoño:

el único movimiento del árbol para expulsar la sabía
debería ser el verdadero amor

tales deseos devoranban al hombre;
sirenas bajo un corazón jurásico.

Fuera del piso hay naranjos que salen del cemento
como tullidos de guerra fotografiados.


***


De madrugada, el bosque estrangula la carne como un milagro,
la luna había vaciado su pulmón de leche

caminábamos famélicos con moretones en las piernas
y nuestros pasos absorbían mirlos sin ojos.

¿Lo recuerdas? Ella dijo  fuimos un árbol que decidió alejarse,
y ya no pudo hablar ni moverse
engullida por el mecanismo de sus ropas
que se volvían astillas, ángeles sin rostro,
que vomitaban costuras o carnicerías para purificarse,
la hidra junto al lago en su correcta maquinaria de desnudez
o saliva.
Se encerró en una piedra y rezó al minúsculo dios del limo,
dicen que le ofreció su digestión de tierra, dicen: olvidó el nombre del plástico.

Sin embargo, ahora, todo esta tranquilo, lleva semillas en su médula.
Las ramas y las costillas sujetan la eternidad.





(somos eternos:  me sostienen tus costillas y te sostengo en las mías...  eso significa que tenemos toda la vida por delante para resolverlo) digo yo


1 comentario:

El lujo del encuentro

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