Me desperté a una hora, que hasta las plantas duermen
Las noticias no eran alentadoras: desdicha, carencia, miseria... seguía:
- que no está bien, que no estoy bien, que no va a estar bien
La panza se me retorcía, en este abismo
No hay salida/
la única salida que conozco es la de siempre, la que no quiero: la huida
Volver mejor atrás, no mirar más
Mi ser flora como etéreo ante este viento,
Donde llevará? Llegará? Llegaré?
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Siempre vienen las preguntas y siempre estoy para ellas en mi reino
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Que es más complejo, que yo no lo entiendo y que no es un trámite
Amor, la vida no es canto
Yo lo sabía, aunque de mi no esperaras escucharlo
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Esta noche es mía,
un pan con queso y me tengo
Sentada al borde de mi cama, sosteniendo
Ojalá, algún día, el amor sea eterno.
tan obvio que duele, o es belleza
Carta a Georges Izambard | 13 de mayo de 1871
Charleville, 1871.
¡Querido Señor!
Aquí está otra vez profesor.
Se lo debemos a la Sociedad, me ha dicho; usted forma parte del cuerpo docente: va por el buen camino. — También yo sigo el principio: me dejo mantener cínicamente; desentierro antiguos imbéciles de colegio: todo lo que puedo inventar de estúpido, de sucio, de malo, en acción y palabra, se lo entrego a ellos: me pagan con jarras de cerveza y mujeres¹ — Stat mater dolorosa, dum pendet filius². — Me debo a la sociedad, es justo y tengo razón. — También usted tiene razón, hoy por hoy. En el fondo y bajo su principio, usted sólo ve poesía subjetiva: su obstinación de volver al estante universitario, — ¡perdón! — ¡lo prueba! Pero siempre terminará como un satisfecho que no hizo nada, ya que no quiso hacer nada. Sin mencionar que su poesía subjetiva siempre será terriblemente aburrida.
Un día, espero, — muchos otros esperan lo mismo, veré en tu principio poesía objetiva, ¡Y la veré con mayor sinceridad de lo que usted haría! — Seré un trabajador: esta es la idea que me detiene, cuando la enloquecida ira me empuja hacia la batalla de París — ¡donde tantos trabajadores siguen muriendo mientras te escribo! Trabajar ahora, nunca, nunca; estoy en huelga.
Ahora, me encrapulo³ lo más posible. ¿Por qué? Quiero ser poeta, y estoy trabajando para hacerme vidente: no lo entendería en absoluto, y casi no podría explicárselo. Se trata de llegar a lo desconocido mediante el desarreglo de todos los sentidos.
Los sufrimientos son enormes, pero hay que ser fuerte, haber nacido poeta, y yo me he reconocido como poeta. No es culpa mía en absoluto. Está mal decir: Yo pienso: deberíamos decir: Se me piensa — Perdón por el juego de palabras. —
Yo es un otro. Tanto peor para la madera que se descubre violín, ¡y desafía al inconsciente, que ergotiza sobre lo que ignora por completo!
No eres un maestro para mí. Le regalo esto: ¿es sátira, como usted diría? ¿Es poesía? Es siempre fantasía. — Pero, se lo ruego, no subraye con lápiz ni — demasiado — con el pensamiento:
LE CŒUR SUPPLICIÉ
Mon triste cœur bave à la poupe …
Esto no quiere decir nada. — RESPÓNDAME: casa del Sr. Deverrièver, para A. R.
Saludos de corazón,
Art. Rimbaud